En los últimos años, han sido muchos los aprendizajes que hemos tenido gracias al trabajo articulado con las organizaciones de mujeres de América Latina, el movimiento feminista de Euskal Herria, los grupos de mujeres sobrevivientes y un montón de otros colectivos y personas que están poniendo su conocimiento y sus cuerpos para pensar y practicar estrategias en la lucha contra las violencias machistas y así construir sociedades más justas y equitativas para todas las personas.

De las defensoras de derechos humanos hemos aprendido que las redes nos protegen, de muchas compañeras que enfrentan contextos con un alto nivel de violencias hemos aprendido que allá donde las cosas se ponen más complicadas surgen las iniciativas más creativas y sobre todo sabemos que la colectividad nos salva.

Muchas son las veces en las que hemos pronunciado palabras como las de sostenibilidad de la vida, cuidados, redes y articulación. Quizá sea ahora más que nunca el momento de que toda esta experiencia y aprendizajes obtenidos en el intercambio con otras se ponga al servicio de la lucha contra las desigualdades, al servicio de las redes de solidaridad con quienes están en situaciones de mayor vulnerabilidad. Quizá, paradójicamente, sea ahora más que nunca el momento de estar más juntas.

Ahora más que nunca, esta crisis generada por el coronavirus nos pone delante cuáles son aquellos trabajos que sostienen nuestra vida y la vida del planeta, nos deja claro que somos seres interdependientes. También hace más evidente qué trabajos ponemos en valor y de cuáles podemos prescindir, ahora que toca priorizar.

En esta crisis sanitaria, que está siendo también económica, laboral y de los cuidados, las situaciones de desigualdad que vivimos las mujeres se acentúan. Hablamos del reparto injusto de tareas domésticas y de cuidados que están recayendo en muchos hogares de manera mayoritaria en las mujeres,  hablamos de las mujeres que trabajan como internas sin derecho a medidas de cuidado o a un descanso mínimo, de las trabajadoras en empleos informales o condiciones precarias cuya situación económica empeorará aún más… y de todas aquellas mujeres que viven con los hombres que las agreden y que en estos días se ven obligadas a compartir con ellos las 24 horas del día. Ahora más que nunca, cuando estamos confinadas entre las cuatro paredes de nuestras casas, las vulnerabilidades se hacen más evidentes.

Por todo ello nos vemos obligadas a encontrar y crear nuevas formas de cruzar las paredes. No permitir que el aislamiento limite nuestra capacidad de encontrarnos, tejer redes, y articularnos para dar respuesta a las violencias y desigualdades, denunciando y creando redes de apoyo.

Seguiremos denunciando las situaciones de desigualdad globales, denunciando las respuestas institucionales a esta crisis que no cuenten con un análisis feminista (como ya está haciendo el movimiento feminista de Euskal Herria), pero también atentas a lo que sucede en nuestras casas y barrios, a nuestras amigas y vecinas. Para compartir información y ampliar las redes de apoyo, para que se conozcan y se escuchen nuestras demandas, para cuidarnos.

En la primera semana, ya hemos salido a nuestras ventanas a denunciar el primer asesinato machista de este confinamiento en Euskal Herria, concretamente en Soraluze, y otras agresiones sexistas como la de Balmaseda. Este es sólo el ejemplo de una de las iniciativas de movilización propuestas. Nos quedan días de confinamiento, para seguir denunciando y también pensado y articulándonos juntas para luchar hoy y hasta que sea necesario contra las violencias machistas.

Para empezar queríamos compartiros, el documental Martxan (2010), ejemplo de la diversidad de luchas del movimiento feminista, que nos carga de energia e ilusion para seguir activas en estos momentos. ¡Porque razones no nos faltan!

Confinadas, tal vez, solas, ¡nunca!