No se cómo empezó todo esto, pero llevo leyendo durante más de una semana y a doble página en la prensa diaria sobre el salario de los parlamentarios y las parlamentarias. A través del Sr. Bono, nos han dado bastantes detalles del salario bruto, complementos, jubilaciones, complementos a jubilaciones, desplazamientos,…, y si de algo hay que felicitarles es de la transparencia.

Sin embargo, analizando los argumentos expuestos en su defensa básicamente son dos: no somos los que más cobramos, y llevamos 2 años con el sueldo congelado.
En relación al primer argumento, teniendo en cuenta que ambos son totalmente ciertos, podemos afirmar que no es del todo objetivo, ya que cuando realizamos una comparativa estamos aplicando implícitamente una serie de valores que influyen, y mucho, en el resultado final a presentar a la sociedad. Es decir, que depende de con quien nos comparemos el resultado puede ser bien diferente.

Sus señorías han decidido compararse con sus homólogos en el resto de Europa. ¿Qué nos indica esto? Esto quiere decir que Vds. aspiran a un tipo de vida parecido al resto de países cercanos, próximos físicamente, ya sea Francia, Alemania o Reino Unido, que tienen un modelo de referencia que les marca una dirección. Y además, al no estar entre “los primeros”, eso les da un margen de complacencia sobre su buen hacer, aumentando su ego e impidiendo cualquier remordimiento o culpabilidad frente a “los otros”.

Mirado de lejos y con tiempo suficiente resulta una actitud pueril el argumento de que no son los que más cobran. En estos momentos de crisis, no solo financiera sino de sostenibilidad del planeta y de supervivencia de millones de personas que mueren a diario por falta de recursos, es como si el pirómano cogido in fraganti le explicase al juez, que su cerilla era más pequeña que la de su compañero de fechorías.

Entiendo que para pertenecer a la clase política es imprescindible contar con una visión global de donde estás, quién eres y para qué haces lo que haces. Pero en este caso creo que la comparativa con Europa nos queda demasiado grande. ¿Por qué no hacer un ejercicio de compararse con el resto de la clase trabajadora, como Vds., del estado español? Es fácil, y triste, compararse con la persona más rica porque es a lo que aspiras en tu vida. ¿Por qué no compararse con los 4 millones de parados y paradas que hay ahora por una crisis que no han forjado ellas, o con aquellas personas que perciben el salario mínimo interprofesional de no más de 700 euros?

Si hiciéramos eso, y no solo Vds. señorías sino todo el mundo, lo primero que nos ocurriría sería que nos sentiríamos muy afortunadas (tener fortuna, dinero), y nos sentiríamos personas privilegiadas (tener privilegios que otros no tienen). Y lo segundo que ocurriría y que debe ir de la mano siempre, es que nos sentiríamos responsables de que no todo el mundo puede vivir con las condiciones vitales que nosotras poseemos.

Es de admirar que hayan logrado congelar los sueldos durante 2 años, aunque si bien harían falta mas reformas y ajustes ente todas las comunidades y realizar una escala de salarios en base al trabajo y la dedicación, más ajustada a la realidad que la que hay actualmente. Pero lo realmente importante, no es limitar la subida de su salario, sino que su salario sea referente para todas las personas para las que legislan Vds. o sea para todos los ciudadanos y ciudadanas de este país. Sabemos que en el sector privado se cobra mucho más de lo que Vds. reciben cada mes, pero también sabemos que Vds. pueden y deben legislar lo que es legal cobrar por un trabajo realizado, y no sólo legislar un mínimo sino también marcando un tope, un máximo salarial.

Además de ser la clase dirigente deberían ser la clase referente y modelo de hacia dónde debe ir el país. Ya se que me dirán que a donde voy, que eso es mucho pedir, pero si no hay un verdadero planteamiento de querer la igualdad, Vds. serán muy libres de querer cobrar como los alemanes pero no serán un ejemplo para el resto de ciudadanos y ciudadanas.   Señorías, Vds. nos están representando, son un cargo público y sus salarios se realizan con el esfuerzo conjunto, dinero que debe cubrir también otras muchas necesidades sociales. Y no es ni justo ni ético que se planteen medidas frente a la crisis con las personas que menos cobran al mes para su supervivencia.

Parecería que con este discurso, les hablo desde otro “estadio” y no es así ni de lejos. Tengo a diario las mismas contradicciones que todo el mundo y la misma lucha por intentar una coherencia dentro de mis actos y a lo largo de mi vida, empresa difícil donde las haya. Pero tengo el privilegio, uno más, de poder trabajar en una organización donde nos planteamos una coherencia hacia fuera trabajando en cooperación con otras asociaciones y denunciando aquellas acciones que no dejan vivir con dignidad a las personas; y hacia dentro de la organización, y es aquí donde hemos consensuado que nuestro salario no debe ser mayor que un numero de veces el salario mínimo interprofesional.

Esta decisión ha sido posible porque entendemos que nuestro trabajo tiene un valor en sí mismo, creemos en lo que hacemos, si bien su pago viene condicionado en base a las necesidades mínimas que tenemos, la realidad de los “otros” en lo local y la situación crítica de las personas con las que trabajamos a nivel global. Este marco comparativo nos permite disponer de buenas condiciones laborales, donde el dinero no es la referencia única, y repartir el trabajo entre un mayor número de personas, al no contar con diferencias salariales. Pero sobretodo porque queremos regirnos por unos valores de justicia y ser lo más coherentes posibles con el modelo de sociedad que planteamos.

Sabemos que es injusto el dinero que está legislado ahora como salario mínimo interprofesional, menos de 700 euros al mes, por eso el acuerdo al que llegamos es ponernos un tope, un límite salarial, que quizá algún día alcancemos, de 3 veces el salario mínimo como umbral máximo al que podemos aspirar. Me parece que ponernos este límite es una herramienta que debería ser utilizada para ir logrando una igualdad poco a poco, de manera que si quieres que te suban el sueldo cada año te verías obligado y obligada a luchar para lograr que el salario  mínimo se subiese y aumentara para todas las personas.

En realidad, esta medida no es más que un ejemplo para poner límites. Límites a un crecimiento que está terminando con el planeta, pero también con muchas vidas diariamente. Hablamos mucho últimamente de que no ponemos límites a hijos e hijas y que eso es muy perjudicial para su desarrollo personal. Pero todas las personas debemos ponernos y conocer nuestros límites. Debemos saber hasta dónde debemos llegar como humanidad, y no hasta dónde podemos llegar individualmente o como colectivo concreto, en este caso que nos ocupa, como parlamentarios y parlamentarias. Debemos tener como referente qué estilo y forma de vida es posible para todas las personas, a fin de que limitemos nuestro estilo de vida.

¿Se han imaginado sus señorías si es posible que todas las personas ciudadanas del estado español podamos cobrar lo que Vds. cobran? ¿Es eso factible y viable? Probablemente ni lo hayan pensado ni sea factible. Pero, y si ampliamos las miras y nos comparamos con el resto de la humanidad ¿sería posible que todas las personas del mundo pudiesen cobrar lo que Vds. cobran de salario? En este caso, no nos cabe la menor duda de que es absoluta y radicalmente imposible. Es materialmente imposible que 6000 millones de personas cobren algo menos de 4000 euros al mes, pero tampoco aspirar al modelo de referencia que Vds. han tomado, el estilo de vida europeo. Esto nos lleva, aunque a algunas personas todavía no, a replantearnos nuestro modo de vida, ¿Cómo vivimos? ¿Cómo trabajamos? ¿Cómo nos relacionamos? El desarrollo humano nunca ha sido ni será igual a desarrollo económico. Tenemos que ponernos límites, y esencialmente límites al crecimiento económico, por su insostenibilidad planetaria. En definitiva cuestionar nuestros valores de más productividad, más consumo, y más riqueza, porque, sobretodo y principalmente, esa vía no nos da una mayor felicidad.

No puedo dejar pasar la ocasión para recordar las desigualdades que seguimos sufriendo las mujeres, y en este caso con la diferencia salarial entre hombres y mujeres. Las mujeres parlamentarias, tienen la suerte de cobrar igual que sus compañeros, sin embargo se sabe y lo saben, que los sueldos de las mujeres están un 17 por ciento por debajo del de los hombres con igual empleo o contratación. Me gustaría que al menos sus señorías,  las mujeres parlamentarias, luchasen más por equipar los salarios y que al menos se legisle en la línea de castigar a aquellas empresas que lo incumplan mediante cualquier tipo de método coercitivo. En cualquier caso, si quieren arrimar el hombro frente a la crisis, todavía hay esperanzas, siempre pueden tomar ejemplo de la ex parlamentaria griega, Nana Mouskouri, que ha renunciado al cobro de su pensión vitalicia como contribución a su país. Si quieren, se puede y se debe hacer.

Señorías su función es legislar, bien, pues legislen y marquen un tope a su salario con respecto al salario mínimo, y después amplíen esta medida al resto del sector publico y privado en todas sus actividades.

Mugarik Gabe
Organización No Gubernamental
de Cooperación para un desarrollo
humano equitativo y sostenible