Andrés Cabanas
Veinte de agosto, 54 días de golpe de Estado en Honduras: malos tiempos para la cuarta urna, la democracia y las propuestas de cambio. Malos tiempos para la cultura: Natali Roque Sandoval, directora de la Hemeroteca Nacional, es destituida por “expresar su repudio al golpe y el desconocimiento de la autoridad de facto de la nueva Ministra de Cultura, Iris Castro” [1] . La mencionada Iris Castro, con minúsculas ministra de cultura, condena como subversivas obras fundamentales del acervo literario del país, según relata la escritora Isabel Umaña [2] . Isabel vive en esta coyuntura su tercer exilio: su familia fue expulsada a Guatemala por la dictadura de Tiburcio Carias, en 1944, cuando tenía dos años de edad. La persiguió el terror de Lucas García en la eterna primavera chapina de inicios de los años 80. Hoy es otra vez testigo de la reducción de espacios, de la nueva frontera de la inseguridad política: "Qué suerte puede esperarle ahora en este país a un simple transeúnte de la vida, a un hondureño de a pie, si el Presidente de la República fue sacado a tiros de su casa no por violar la ley, como afirman los fariseos, los leguleyos y los lacayos, sino por oponerse al negocio de las térmicas, a la venta de armas –en violación de la constitución- por sociedades civiles a las fuerzas armadas. Por oponerse y cortar las compras sin licitación que hacían a las droguerías de los golpistas los gobiernos anteriores para abastecer los hospitales públicos” [3] . Los golpes de Estado visibilizan lo peor de las sociedades: intolerancia, verticalismo, arbitrariedad, violencia…

Muy malos tiempos para la escritura: Delmer López, “No estamos para análisis de crítica literaria, estamos para elaborar mensajes de respuesta rápida en contra del golpe de Estado…Pienso escribir y montar una obra de teatro, la llevaremos a los escenarios de espacio libre para que Honduras nunca olvide a los traidores” [4] .

Roberto Quesada, novelista anticipadamente exiliado: “El golpe en Honduras puede ser un aviso contra los que piensan en su libertad” [5] .

Pésimos tiempos para el debate político. Las propuestas se simplifican, disfrazan, ocultan, tergiversan: la posibilidad de una reforma constitucional se reduce a la opción de la reelección de Zelaya, por otra parte matemáticamente imposible. Los principios se flexibilizan: lo que es nocivo en un lugar se aplaude en otro (reelección del Presidente Uribe en Colombia), la reforma constitucional es rechazada en Honduras por los mismos sectores que la proponen para Guatemala. La oposición se criminaliza y los criminales alcanzan el poder:
    Los malhechores públicos convertidos en
    héroes
    y en familias pudientes,
    elevados
    sobre grandes pedestales de hierro,
    invisibles,
    imponen a fuego lento la rueda alucinante
    de una moral silbada [6] .

El lenguaje pierde rigor: un Presidente expulsado por la fuerza se convierte en destituido; los golpistas en gobierno interino; el golpe en sí una forma de combatir la “dictadura zelayista”: “Mal precedente el de un gobernante legítimo, derrocado por un golpe espurio, que termina siendo acusado de violar la Constitución y por ese subterfugio es equiparado con el gobierno de los golpistas. Tan defensor como violador de la Constitución es uno como el otro en el esquema de diálogo que se impuso después del golpe” [7] .

Las horas bajas de la democracia
El golpe en Honduras debilita el consenso democrático existente en el país desde 1982 y desde 1984 en el resto de la región [8] . No me refiero al nunca consolidado consenso o apuesta por la democracia real y participativa, la democracia de los colectivos frente a las corporaciones, sino a la limitada democracia formal y representativa vigente (separación de poderes, elección de gobernantes por sufragio directo y universal, carácter no deliberante del Ejército), que también está en riesgo y deja de ser paradigma. Los gobiernos dictatoriales comienzan a volverse políticamente correctos.

El esquema autoritario parece ser la respuesta de las elites en esta etapa caracterizada por: 

•  crisis del capitalismo actualmente existente,  
• minería-agrocombustibles-forestación-agua como nuevo eje de acumulación en la segunda fase del neoliberalismo [9]
•  fortalecimiento de gobiernos progresistas y movimientos sociales,
•  crítica y oposición antineoliberal,
•  propuestas de transformación integral del sistema y la civilización capitalistas.

En este esquema confluyen la dinámica local del golpe (intereses oligárquicos parcialmente amenazados), la regional (cuestionamiento del esquema de dominación en el área centroamericana, especialmente en El Salvador) y la continental, donde el golpe funciona como medio para la redefinición de fuerzas: gobiernos conservadores frente a fuerzas progresistas: “La ruptura institucional en Honduras también reveló que en la región existen cerca de un centenar de hidroeléctricas, ríos represados, proyectos para abrir un canal conector entre los dos océanos y la habilitación de puertos secos. El cierre del círculo coincide precisamente en Honduras con la ola privatizadora de todas las fuentes de energía. Es un volcán activo, donde la política depende de factores internos para conciliar y facilitar las maniobras del capital transnacional interesado en saquear de manera inmisericorde las riquezas de la biodiversidad y recursos naturales estratégicos, y del aval externo por parte de los agentes económicos y militares de los Estados Unidos, otorgado a cambio de inversión, custodia con bases y operativos que legitiman la depredación absoluta de los países del área” [10] . Estos poderosos intereses posibilitan la permanencia de los golpistas y la difícil reversión de sus medidas de hecho.
Malos tiempos pero no tan malos: para los futuros literatos, que sin mayor esfuerzo retratarán, al estilo de los grandes tiranos de novela, esta época nueva de dictadores y gorilas, debiendo procurar apenas que su escritura no desmerezca la esperpéntica fantasía de lo real.
Fecundos, ubérrimos diría Rubén Darío, para los humoristas:

No hubo               y televisión
Golpe                 para retornar
sino la unión         a HOnduras 
del Ejército          al Estado de 
corte, congreso       derecha [11]. 

Tiempos mejores para la visibilización de una problemática y una historia olvidadas: la pobreza, la marginación, la dependencia de los países centroamericanos, sardinas en un mar de uno o varios tiburones, como relató Juan José Arévalo [12] .

En fin, tiempos de polarización, agresión, represión, cierre de espacios, confusión. Por otro lado, de innovación, creatividad, posibilidad de ruptura, reinvención de proyectos utópicos, alianzas y luchas continentales como las estratégicamente generadas a través de Vía Campesina, intentos de reversión de la llamada victoria ideológica del neoliberalismo (caracterizada por la sobrevaloración de lo individual, la negación de lo colectivo y lo público, fundamentalismo, el pragmatismo resignado [13] ). Esto, tras un largo período de democracias insatisfactorias que sucedieron a gobiernos militares y a poderes ejercidos de forma excluyente.

Un antes y un después
Para Emir Sader, América Latina atraviesa una encrucijada: la posibilidad de una restauración neoconservadora o la profundización del ciclo y las luchas antineoliberales. El golpe de Estado en Honduras se inscribe en esta dinámica: anticipa un ciclo de neogolpismo como fórmula para contener dinámicas sociales opositoras y conflictivas. Por ello, plantea la necesidad de demostrar que “los tiempos cambiaron, que los golpes militares serán derrotados por el pueblo organizado” [14] .
Se define un nuevo contexto para un nuevo ciclo de luchas. La respuesta social popular ante el golpe hondureño y los latentes debe, en primer lugar, complejizar las estrategias frente a un poder igualmente complejo [15] . En segundo lugar, vincular dinámicas locales y globales, sin perder la especificidad y las razones internas de cada una de ellas (de forma que la dinámica geopolítica complemente y no condicione la resistencia). En tercer lugar, debe partir de la diversidad de actores, con un esquema de participación horizontal, sin caer en la tentación de la priorización de luchas y la centralización (la oposición a los golpistas vinculada a las demandas de mujeres, comunidades indígenas y urbanas, estudiantes, etc). En cuarto lugar, debe plantear el no retorno a situaciones preexistentes (paz social artificial, consensos construidos sobre el despojo, estancamiento social y parálisis democrática) sino la necesidad de un salto hacia delante, hacia la construcción de sociedades, Estado y poderes nuevos.

Lo anterior es particularmente relevante en el caso de Guatemala, porque modifica el marco político posfirma de la paz y obliga a su redefinición estratégica. Dictaduras formales y democracias de fachada que no generan consensos, o revoluciones sociales.. ¿A qué le apostamos?
 
[1] Declaraciones a prensa electrónica de la interesada.
[2] “ Delitos de lesa cultura”, artículo de Isabel Umaña difundido vía electrónica.
[3] http://arlequinhn.blogspot.com/2009/02/entrevista-helen-umana-el-cancer-no-me.html
[4] Délmer López es escritor, director, actor de teatro, cofundador de la ONG País Poesible.
[5] /www.elperiodico.com.gt/es/20090809/portada/109875/
[6] Roberto Sosa en “Un mundo para todos dividido”, poemas escritos en 1971 como demostración de que en todo momento la vida imita a la literatura.
[7] “Honduras y la ocupación del continente”, Ana Esther Ceceña, en “Golpe de Estado en Honduras, ¿Laboratorio de dictaduras siglo XXI?”, Especial ALAI.
[8] Fecha del fin del ciclo de gobiernos militares en Guatemala.
[9] “Los nuevos modos de dominación los cambios en el modelo neoliberal. Crisis de las viejas formas de dominación y el avance hacia los modelos soja-minería-forestación”. Raúl Zibechi, mayo 2009, mimeo.
[10] “Honduras, factor estratégico que cambió el rumbo de América Latina”, Robinson Salazar Pérez en ALAI, Op. Cit.
[11] Allan McDonald, caricaturista hondureño.
[12] “Fábula del tiburón y las sardinas”, editado por vez primera en 1956.
[13] Término acuñado por el sociólogo nicaragüense Andrés Pérez Baltodano.
[14] “Honduras, antes e despois do golpe”. En Carta Maior, 1 de agosto de 2009.
[15] Definición de Atilio Boron, sociólogo argentino.