Por una vez, y como se suele popularmente decir, sin que sirva de precedente, haremos caso a las autoridades. Ello, precisamente por que lo aquí expuesto más que un sesudo análisis pretende simplemente aludir al sentimiento popular, al corazón de nuestras sociedades. Como decíamos, las autoridades suelen, históricamente y sobre este conflicto, transmitirnos dos ideas básicas, sencillas para que la ignorante opinión pública pueda entenderlas. De una parte, que los palestinos son terroristas todos y todas, y si no lo son es por que todavía son pequeños, pero lo serán cuando crezcan; además son musulmanes y, por eso, el hecho (el ser) terrorista lo deben de llevar en la sangre. Fin de la idea primera; como vemos, fácil de comprender para el populacho y de entender que está bien acabar con ellos mediante los métodos más expeditivos, sin contemplaciones. Ahora bien, la segunda idea, aunque directamente relacionada con la anterior, va dirigida a un segmento social concreto, a ese que puede «preguntarse algo más» (entiéndase como idea sarcástica de las autoridades pues realmente están convencidos de que no hay sector social con capacidad para hacer cuestionamientos profundos). Para este sector, al que le pudieran surgir interrogantes sobre lo anterior, especialmente al ver bombardeos solo de una parte sobre población indefensa, la receta es sencilla: «son problemas muy complejos… mejor no meterse». El correlato de lo anterior es que para eso ya tenemos a las autoridades que son las únicas con capacidad altamente desarrollada para entender esos problemas y resolverlos. Así, el pueblo pasa a ocuparse de cosas más mundanas como el destino vacacional, la subida de la gasolina o los amoríos de algún famoso de la prensa rosa (esto último verdaderos problemas para el pueblo).

Y por si fuera poco, a las ideas anteriores se suma una tercera cuestión, establecida desde hace décadas y aparentemente indiscutible, sobre la que también se preguntaba Galeano: ¿el hecho trágico del holocausto judío en la II Guerra Mundial ha dado a Israel una póliza de eterna impunidad?. Lo triste es que, como decimos, esto no es una cuestión de hipótesis, sino de afirmación, de cuestión no discutible que se reafirma periódica y constantemente en la opinión pública. Pensemos que cada vez que se abre una crítica más o menos profunda sobre la actuación de este país, rápidamente alguien hace una declaración recordándonos el holocausto, o aparece algún reportaje periodístico sobre el mismo, o las televisiones programan, sin intencionalidad ninguna por supuesto, alguna película el hecho histórico de hace casi 70 años para que lo recordemos nuevamente como de ayer mismo.

Y de esta forma, desde las autoridades propias, locales, escalamos hasta el nivel de la «comunidad internacional», ese ente formado básicamente por nuestras autoridades, siempre que sean blancas, occidentales y defiendan con ahínco la democracia liberal, es decir, europeos y norteamericanos principalmente; el resto, en el mejor de los casos, la consideran mera comparsa necesaria en las votaciones de Naciones Unidas para dar una imagen más heterogénea y colorista de esa comunidad internacional. Ella entiende perfectamente el problema y ella está activando con cautela todos los complejos mecanismos que actúan en este tipo de situaciones para alcanzar, quizás, un alto el fuego. Eso si, éste lo será cuando Israel lo considere oportuno a sus intereses. Mientras habrá declaraciones varias, incluso alguna un poco grandilocuente, sobre la necesidad de contención del ejército israelí en sus bombardeos y, entre medias, la absoluta y radical condena a Hamas por seguir disparando cohetes será omnipresente, aunque no habrá por contra ninguna presión al ejército mejor armado y más sofisticado que hay en un radio de varios miles de kilómetros alrededor de Gaza. La llamada comunidad internacional muestra una condescendencia absoluta hacia el que masacra en esta parte del planeta, mientras condena radicalmente al que se defiende de un bloqueo de varios años que, como decíamos anteriormente, condena a más de un millón de personas a vivir en la mayor cárcel del mundo.

Pero todo esto, también como decíamos al principio, además de profundos y necesarios análisis geoestratégicos, requiere también de corazón. Las personas, quienes no somos la comunidad internacional por que hace tiempo que nos expulsaron de ese espacio que ha quedado en manos de la tradicional clase política, militar y económica, constituimos la «comunidad de los pueblos». Y es en ésta donde se articulan los sinceros sentimientos de solidaridad y de hermandad, ahora para con el pueblo palestino. Es en esta comunidad donde real y verdaderamente, entendemos el dolor por las muertes, heridos, destrucción, ocupación y, en suma, por el genocidio que Israel comete diariamente contra ese pueblo. No necesitamos estudios e investigaciones de organismos internacionales que al final no dirán lo obvio: sabemos que esto es una masacre y sabemos que se están violando todos los derechos humanos por parte de un gobierno y un ejército que hace gala además del desprecio más absoluto hacia la vida y dignidad del pueblo palestino. La verdad es que a veces, es difícil de entender que un pueblo como el judío, que sufrió el holocausto nazi, esté en su mayoría respaldando este nuevo genocidio, ahora protagonizado directa o indirectamente por él mismo.

Por todo esto, desde esta «comunidad de los pueblos» debemos profundizar, de una parte, la denuncia permanente contra los asesinatos en Gaza. Pero, por otra parte, es importante que activemos la presión sobre nuestros gobiernos, pequeños y grandes, pues ellos son los que realmente están dando la cobertura necesaria, la disculpa hipócrita, para que Israel siga adelante con su genocidio. Para el fin del apartheid en Sudáfrica fue decisiva la actuación internacional, la de los pueblos, presionando para el boicot hacia todo lo que podía salir directa o indirectamente del régimen racista sudafricano, para que no se realizaran inversiones económicas en ese país o forzando la ruptura de relaciones diplomáticas de los diferentes gobiernos, además de su condena en los diferentes organismos internacionales. Hay entonces una importante experiencia acumulada y, sobre todo, la prueba de que es posible acabar mediante la presión social con estas injusticias; pero para ello, como se señala, además de la condena a Israel, hace falta la presión contra quien le está dando la cobertura necesaria para seguir con sus acciones genocidas contra el pueblos palestino.